lunes, 19 de diciembre de 2011

La montaña de los ancianos

              La montaña de los ancianos es una leyenda japonesa que recrea la historiade Yasuke y su anciana madre a la que prodigaba todo tipo de cuidados viviendo felices hasta que un día llegó un oficial del señor feudal y anunció que los ancianos eran un estorbo y que tenían que llevarlos a la montaña de los ancianos y dejarlos allí. Yasuke no quería abandonar a su madre que tuvo que obligarlo a que la trasladara a la montaña pero que la llevara cargada sobre sus espaldas. Durante el trayecto, que se inició cuando se hizo de noche, la madre iba dejando caer flores por todo el camino para que su hijo no se perdiera durante el regreso a casa. Cuando llegó a lo alto de la montaña se negó a dejar a una madre tan bondadosa en la cima y desobedeciendo al señor feudal regresó con ella a casa. Tras la salida de la aldea de los ancianos el señor feudal planteó una serie de problemas a los aldeanos con la condición de que si no los sabían resolver se quedaría con sus bienes y sus tierras pero Yasuke dio solución a cada una de las cuestiones que se habían planteado por lo que se inició una investigación y se descubrió que su madre vivía en la aldea y era quien le había facilitado las respuestas siendo condenados a muerte por haber desobedecido; pero el oficial del gobierno intercedió por ellos ante el señor feudal que les perdonó y ordenó que todos los ancianos que estaban en la montaña regresaran para poder aprovechar su mucha sabiduría por sus años de experiencia.     
             Todas las leyendas, cuentos, mitos, historias que se refieren a la vejez hacen referencia siempre a la experiencia que dan los años, a saber relativizar una serie de cuestiones que en definitiva no son tan importantes. Incluso nuestro refranero nos ilustra -entre otros- con aquel de “sabe más el diablo por viejo que por diablo”. Sin embargo, estos tiempos modernos nos están conduciendo a un modelo familiar en el que cada vez se escolariza a los niños a más temprana edad y por razones laborales ya hay guarderías en las que se lleva a los niños de meses. Antes uno de los dos miembros de la pareja trabajaba fuera de casa y el otro se encargaba de las cuestiones del hogar que no son pocas además del cuidado de los hijos en esa primera etapa de su infancia. Durante la socialización y enculturación de los niños en el seno de la familia que duraba cinco o seis años intervenían el miembro de la pareja que había decidido quedarse en el hogar y los abuelos que cumplían una función muy significativa en estos primeros años de la vida de sus nietos con sus célebres batallitas que no eran otra cosa que el principio de ese largo proceso de aprendizaje mediante el cual cada individuo adquiere la cultura propia de la sociedad en la que nace. Durante este periodo de inmadurez y por tanto de dependencia es fundamental la relación estrecha respecto de su madre y –en general- de la familia –aquí intervienen padre, abuelos, hermanos, etc.). De esta manera, cuando el niño es capaz de valerse por si mismo ya se han desarrollado incluso a nivel subconsciente un conjunto de relaciones que lo atan al grupo y que van mucho más allá de lo puramente instintivo. En esta primera fase de la enculturación y de la personalidad básica que conducirá a la integración del niño en su grupo la madre y los abuelos juegan un papel muy importante por más que mucho “progresista” y/o “liberal” apuesten por llevar a los niños de pocos meses a las guarderías y a los ancianos a los asilos; además de dar una paga de cien euros al mes a la mujer que trabaja fuera de casa y en cambio a la que trabaja en el hogar, cuida a sus hijos a tiempo completo hasta la edad de escolarización y, atiende y asiste a sus padres ya ancianos viviendo con ellos y sin dejarlos en el geriátrico para esa mujer no hay ayudas. 
              No sé si alguno ha visitado lo que toda la vida ha sido un asilo de ancianos y que ahora se llama geriátrico ¿será para no tener ningún tipo de remordimiento? Allí por la mañana hay ancianas muy arregladas, con colorete en las mejillas y unos labios pintarrajeados que no pintados por el parkinson, que como Penélope “con su bolso de piel marrón y su vestido de domingo” cuando les preguntas qué hacen te contestan: “Aquí estoy esperando a mi hija que va a venir para llevarme a casa”. También hay otras que no cesan de repetir cuando te acercas a ellas y les das un poco de cariño y de conversación: “donde trabajaba a mi me querían mucho” y esto lo dicen una y otra vez para indicarte que no saben las razones por las que sus familias las han dejado allí. Dejo aquí este relato porque no puedo seguir escribiendo, puede ser que algún día lo continúe pero mientras tanto aprendamos de Yasuke y su montaña de los ancianos.

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